domingo, 14 de diciembre de 2014

Vida, obra y milagros de Alfonso Alonso, flamante ministro de Sanidad

Por fin Alfonso Alonso ha culminado su carrera política, ha sido nombrado Ministro de Sanidad. El fiel escudero ha ido trepando en el partido hasta alcanzar un ministerio. Ni que decir cabe que de medicina no tiene ni idea, como su antedecesora, pero al parecer eso son minucias para ocupar un cargo puramente político, un premio a su lealtad.

¿Pero quién es Alfonso Alonso? Pues se le conoce más que nada por su etapa de portavoz del gobierno, donde ha pasado sin pena ni gloria salvo por frases tan geniales como aquella en la que dijo que "ya no quería seguir informando del caso Bárcenas ya que se lleva mucho tiempo hablando del tema y le cansaba ya el asunto". Y siguió sin dar explicaciones, hasta hoy. O la última, esa de que "debemos sonreir ya que se el PP ha dejado atrás la crisis".

Alfonso Alonso comenzó su carrera política en Vitoria-Gasteiz, donde dejó perlitas de su gestión, basada en la burbuja inmobiliaria, comenzando enormes promociones en la ciudad, subiéndose al carro de la construcción. Cuanto más suelo se vendía, más beneficios de obtenían. Y para maximizar ese beneficio, había que bajar la densidad de población al máximo posible.

Y lo hizo tan bien que desde Europa le retiraron las subvenciones a la urbanización de los nuevos barrios, porque no cumplía la densidad de población mínima, de manera que tuvo que reorganizar esa urbanización, metiendo una serie de torres de mayor altura que la que permitía la ordenanza municipal en los nuevos barrios, y creando un nuevo skyline en la capital alavesa.

Siguió con el antiguo barrio de Errekaleor. Decidió desalojar el antiguo barrio, darles una vivienda nueva a los vecinos y reurbanizarlo. Otro negocio basado en la especulación, que no salió adelante. El barrio fue desalojado, pero las viviendas siguen en pie, y ahora han sido ocupadas. Y no sólo se llevó por delante este plan la burbuja inmobiliaria, sino que también dejó a medio construir el barrio de Arkayate, otra macroidea que se quedó en el tintero.

Pero entre tanta especulación urbanística, es normal que aparecieran nubarrones de corrupción. Y ocurrió en la ampliación del vertedero de Gardelegi. La empresa SUFI  fue la adjudicataria de la obra en un concurso sospechoso. SUFI había contratado a la empresa NIGE, una empresa fantasma ligada a la red Gürtel, por más de 300.000 €, la preparación de la documentación para presentarse al concurso. Y la empresa SUFI supo un par de días antes de reunirse la mesa de contratación que era la adjudicataria.

Estas mismas operaciones de asesoramiento se dieron después de que el Ayuntamiento de Vitoria modificara la mesa de contratación con el fin de "profesionalizarla", sacando de la misma a los grupos municipales. Concretamente la adjudicación de la obra del Ataria a Urazca y la adjudicación de la recogida de basuras a FCC, empresa muy relacionada con el popular Jaime Mayor Oreja. Ambas empresas han sido salpicadas por la Gürtel. Me imagino que se dejaría influir por sus amistades veraneando en Alcoceber.

Pero Alfonso miraba hacia Madrid y cuando consiguió un puesto de diputado fue delegando sus funciones como alcalde a su delfín, Javier Maroto, actual alcalde por accidente de la ciudad y creador del "populismo xenófobo" como reconversión ideológica del PP vasco, más conocido como el Ton... bueno, el del Tortillagate..

Y fue este quien negoció con la empresa Sbayre, del conocido empresario Gonzalo Antón, el alquiler de unas oficinas en la calle San Antonio, en el centro de la ciudad, por un precio desorbitado, y con un incremento anual del IPC más 9 puntos siendo Alonso alcalde y Maroto concejal de urbanismo. Con dos cojones, Y ha sido el mismo Alonso quien ha retrasado todo lo posible la investigación de este tema, entregando los informes requeridos tarde y mal, ya sabemos, "en aras de la transparencia". Cuando finalice el contrato el ayuntamiento habrá pagado más de 7.000.000 de € por unas oficinas que costaron en su día 2,7 millones, en un contrato que se adjudicó a dedo, sin mediar concurso de adjudicación.

Y ahora, sin ninguna experiencia en Sanidad, se le nombra ministro, un cargo puramente político, un premio al fiel y servicial escudero que ha sabido integrarse y mimetizarse en la estructura del partido y que ha facilitado y encubierto la extensión de los negocios marca Partido Popular.

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