miércoles, 9 de abril de 2014

Roma no paga traidores. La caída de Acciona

El el año 2005, se produjo un enfrentamiento de titanes. Gas Natural lanzó una OPA hostil contra ENDESA para hacerse con su control. La gasística ya lo había intentado antes con Iberdrola, otra a la que le había salido un pretendiente no deseado, ACS.

La eléctrica vasca había esquivado el ataque de Gas natural y se defendía como gato panza arriba contra el ataque de Florentino Pérez, que llegó a ser uno de los accionistas individuales más importantes de la empresa, pero al que se vetó su acceso al consejo de administración.

Entonces Gas Natural centró su ataque en ENDESA, empresa pública de reciente privatización a cuyo frente se encontraba Pizarro, un técnico con cierto perfil político, que acabó en las filas del Partido Popular como candidato.

Detrás subyacía una lucha por el poder por parte de los dos grandes partidos políticos. El orden se había revertido, y mientras hasta entonces era el poder económico quien controlaba al político, esta vez el político había realizado un asalto importante al económico, y todo ello gracias a esos entes sin capital pero con consejo de administración de carácter político que eran las cajas de ahorro.

Porque detrás de Gas Natural estaba La Caixa, con sede en Cataluña y controlada por el partido en el poder en esa comunidad en aquel momento, el PSC, y detrás de ENDESA estaba Caja Madrid, precursora de la quiebra de Bankia, y gestionada por los populares, que habían perdido el poder un año antes con el advenimiento de Zapatero.

El pez chico se comía al grande por varias razones. La primera, la reforma eléctrica realizada años atrás por el gobierno popular dividía a las empresas eléctricas en tres partes; generación, distribución y comercialización. Esta última cobraba unos ingresos razonables a partir de la TUR o Tarifa de Último Recurso, que les otorgaba el monopolio del mercado doméstico, mientras que el mercado industrial estaba empezando a liberalizarse. La distribución recibía una retribución desde el mercado regulado, en un entorno sin competencia (y por ende sin mejora de la eficiencia, un problema que aún se arrastra) y la parte de generación, aliviada en su contabilidad de una parte importante de sus activos y pasivos, que habían pasado a distribución, gozaban de una rentabilidad exageradamente alta. Es lo que pasa cuando tienes un beneficio de 10 pero en vez de dividirlo entre 100 (generación más distribución) lo divides entre 40 (generación sola).

Pero obviamente esta situación, aunque engordaba el valor de las acciones, hacía que estas empresas fueran más bursátiles que de generación, y esa debilidad podía ser aprovechada por otras empresas con dinero fresco, como La Caixa y Gas Natural frente a otras que empezaban a ver peligrar su liquidez por la incipiente crisis como Caja Madrid.

Al final, ENDESA y Pizarro se echaron un novio, la alemana E-On. Parecía que los populares preferían que la empresa cayera en manos extranjeras en vez de en las de sus adversarios políticos, y la guerra continuó, hasta que entró una tercera alianza y se quedó con el pastel. La unión entre la italiana ENEL y Acciona, la constructora de Entrecanales, se hizo con el control de ENDESA.

Esta empresa fue generosa con sus puertas giratorias, y contrató a Elena Salgado al final de su vida útil como ministra socialista. Pero llegó la crisis, y Acciona necesitaba liquidez, y pensó que garantizándose los ingresos de las primas por renovables, algo garantizado por ley, conseguiría esa liquidez.

Y repartió el botín con Enel. La eléctrica se quedaba con el negocio de generación y distribución excepto el de renovables, que se lo quedó Acciona. Pero negros nubarrones se avecinaban para la constructora, ya que de repente los populares volvieron al poder, y han hecho una reforma energética a la medida de las eléctricas, y los grandes promotores eólicos y fotovoltaicos, y en especial Acciona, que tiene todo el parque eólico navarro entre otros, anterior a 2005 pierde todas las primas, y se queda sin su fuente de liquidez.

Este chascarrillo de la política, lo describo en mi última novela, "El sueño español", el momento en el que el poder político quiso ser más que el económico, y el económico le devolvió a su sitio. (Sigue el enlace).

El truco de los mercados regulados está en que quien hace esa regulación, es el que gana. Liberalismo de pacotilla.

Si quieres conocer más sobre mí, puedes leer mis novelas, de estilo variado, desde el humor de "Por un puñado de polvos" hasta el género fantástico de "La muerte de Adam", pasando por la novela policíaca de  "Crimen perfecto" o mi última novela "El sueño español, recientemente publicada Puedes informarte aquí.



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